Pienso en ti Calzada Madero.
En lo que tu llevas dentro.
En el asfalto parchado
de tus avenidas, ya sin remedio.
En tus espejismos de luz.
De ese sol de Reyes tan intenso,
tan nuestro.
Pienso en lo que nos compartes,
lo que ahonda en tu centro, tus recuerdos,
mitos, nostalgias…todo eso.
Pienso en que poco a poco
te has tornado añosa,
deseando un traje de luces muy nuevo.
¿Qué hay dentro de ti Calzada Madero?
Será un himno hermano, que todos llevamos dentro.
¿Será eso?
Hoy yo te proclamo
amiga de sangre y aliento.
Y pienso…
en ti y en lo que no compartes
Calzada Madero.
Pienso en tus palmeras,
que tramo a tramo golpeaban las horas,
que hoy te han robado, dejando un vacio
tan hondo, tan seco.
Y en los albañiles de Cristo Rey
ya muertos.
¿Será que el Padre Alvarez aún sigue
llorando su sueño?
Que hay en ti Calzada Madero…
que los extraños te miran con tanto desprecio, por ser de la orilla
y de barrio ajeno.
Que parte de ti tienen los viejos luchadores
“tocados” que están en los expendios.
¿Qué será de Gardenia Davis, del Médico Asesino, Rolando Vera, Rito Romero?
¿De Pepita Embil, Plácido Domingo y Miguel Herrero, seguirán cantando en mejores teatros que la Carpa Monterrey y el Teatro México?
Que ecos tan tuyos llevan en recuerdo
de noches con voces inciertas
y hondos gemidos lentos.
Y al caer la tarde
los grupos del Arco con sus faras faras
llorarán silencios, aún ya presintiendo
que un día de éstos cerrarán comercios
en tiempos complejos.
El Emir de Bagdad y la Para Ella,
y el Pasaje Calderón y El Niágara
¿Estarán abiertos?
Porque el Teatro Obrero y el Cine Lírico
cerraron hace ya tiempo.
¿En dónde andarán
los grandes jugadores de ruleta
que deambulaban junto al Cine Reforma
y la Casa Emilio, apostarán en juegos?
Pienso en ti Calzada Madero
con tus cabritos al fuego,
cual ofrenda a los Dioses del Olimpo.
Y los escritores, y los poetas
y los necios tomarán cervezas
en el “Al” contando sus cuentos.
Pienso en ti, en tu música de acordeón
y bajo sexto, en el “shhh, silencio por favor, tabacos en reposo”, de la cigarrera
que llevamos dentro.
En tu Fundidora de fierro y acero
que tiñó las tardes de un rojo sereno.
Hoy sus grandes hornos y su nave Lewis
se han quedado quietos
y en la maestranza dialogan los vientos.
Esos vientos nuevos que ya no entendemos.
Cuando tus obreros se fueron,
llego ahí la noche envuelta en recuerdos,
Y todos tus hombres quedaron dispersos.
Junto a ti Calzada de hombres obreros
y de campesinos que vienen de lejos
a comprar enseres y otear horizontes
sentándose en tus bancas tan sólo un momento.
Que hay detrás de ti Calzada Madero.
Quizás nuestra historia…quizá sólo eso.
A Celso Garza Guajardo
Y a mi padre
Jesús Garza Hernández
Que me enseñaron
A amar “La Calzada”