El viento hacia volar la pashmina de Raquel, revolviendo su cabello y la noche estrellada se dibujaba en el espejo de agua junto al cual nos habíamos acomodado en divanes, de pronto apareció entre nosotros un George Clooney rubio con su traje hecho a la medida y sus zapatos ingleses. La luna envidiosa no acertaba a salir a vernos y un David Rockefeller hablaba del mar y sus secretos, las obras de arte contemporáneo nos rodeaban y Marilyn Monroe nos sonríe en la entrada, como si su vida hubiera sido un cumulo de reconstrucción de sueños, las sillas de Pedro Friedemann nos llamaban desde una de las recamaras y el respaldo en sus círculos formaba sombras chinas mágicas y de colores en el acabado virginal del lugar. Pepita Serrano musitaba la Viuda Alegre que alguna vez había cantado. Y León, tranquilo y sereno quería hacernos sonreír con una tarjeta vacía.

Ya sola en el elevador forrado de piel de carpa, accedí al lugar de los sueños. Pantallas nos rodeaban ofreciéndonos en ellas todo el devenir del mundo moderno, las noticias y las películas que van cambiando nuestra vida, una escultora paisana nos comentaba de sus logros en la bienal de Florencia de tonos con vestidos de gasas y de piel sefaradí. La mesa con alquimia de sabores que los Yankees devoraban con los ojos por sus colores. Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany nos ofrecía su taza de café colmada de brillantes, habíamos entrado en una cámara del tiempo, en aquel closet de pantalones y camisas arregladas como arcoíris en colores que se sucedían unos a otros conversando con ellos mismos, y pensando en la nueva aventura del anfitrión.

Como siempre que se entra a un mundo irreal este queda suspendido entre las líneas que se van formando en el tiempo y las hazañas que aun faltan por conquistar se revelan como volutas de humo que nos invaden al traspasar el umbral. De la casa de un Grand Gatsby ¿regresaremos? Eso solo lo saben los saurinos. Aquellos que avientan la arena para después leerla, pero recordaremos la noche que pudimos acceder a un mundo diferente, el mundo de un perfeccionista.
Sonya Garza Rapport

 

Compartir:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *